miércoles, 9 de abril de 2008

otra cosa...

Quiero tomar a modo de ejemplo a la testigo Elda Herrera, quien el 25 de marzo fue llamada a declarar para decir...nada.(Veáse el día citado).
Esto viene a consecuencia de algo que noté conforme pasaban los días de juicio. Con respecto a la señora Herrera debo decir que tanto el fiscal Maggi, como el abogado defensor Jorge Larrea y el abogado querellante Oscar Pandolfi, no supieron en ese momento a quien pertenecía esta testigo, o mejor dicho, por quien había sido citada.
No es que peque de quisquilloso, pero creo que es un buen ejemplo acerca de la progresión de un juicio como tal, como noticia y como hecho público.
A esta altura en que escribo la presente (lunes 7 de abril de 2008), experimento una sensación como cuando uno está en ayunas. A ver si soy más claro: me siento terriblemente incómodo y carente de algo primordial, no puedo saciar tal cosa pero creo vislumbrar el problema. Mi estómago está vacío. Claro que en ese caso, sólo debo acercarme a la heladera o al almacén más cercano. La diferencia es que tengo hambre, y estoy en el medio del desierto. Así me siento y así lo sobrellevo. Entonces es cuando las últimas audiencias, el caso en sí, se han empezado a transformar en oasis imaginarios. Los veo nítidos, refulgentes, pero no puedo alcanzarlos.
Así he percibido éstas últimas audiencias, quizás sea por lo espaciadas (en las últimas 3 semanas solo hubo tres días de juicio), quizás porque estoy agotado. No sé si estoy cansado de escribir éstas notas, de estar preso o de ser un mono más en la cadena alimenticia de los medios. Lo cierto es que no puedo visualizarlo correctamente.
Mi percepción es que todos estamos cansados de un juicio que empezó el 6 de febrero, y que para el día en que se lea el dictamen llevará aproximadamente 3 meses de iniciado. No digo que sea poco o mucho, de todas maneras la vida de un ser humano vale más que un juicio eterno. Pero lo que si quiero decir, es que lamento profundamente que todo el esfuerzo que ahora se pone en terminar este caso no se haya puesto en las primeras semanas de investigaciones tras el asesinato.
Ahora, que como en el caso de Elda Herrera veo que hay testigos que fueron llamados para rellenar un espacio mediático impulsado por los mismos medios a fines de explotar una noticia, es cuando más desarmado uno se siente.
En estos días he tenido la sensación que todos los que participamos activamente en este caso formamos parte de un gran plan, una gran torta de cumpleaños que se reparte en pocos pedazos.
La progresión del plan es: Hecho delictivo-novedad-noticia-sospechosos-arresto de los sospechosos- primicia periodística-investigación jurídica y policial- una gran pausa de 1, 2 o hasta ¡8 años!-juicio-condena o absolución- repercusión en los medios (que según sea el resultado, encontrarán la forma de crear una polémica)- segundo juicio (en el caso de David Sandoval, por ejemplo)- otro fallo-nueva polémica, y así.
En mi caso, el debate se fue mechando con una información adyacente: que si me dirigí al domicilio de mi padre el 31 de diciembre del año pasado en una de mis visitas quincenales otrogadas por la cámara, que si soy un preso VIP, que bla bla bla. Pues está muy bien que se investigue, es muy importante agotar los recursos del estado y las energías en pos de ello, ¡porque claro!, estamos tratando de establecer el motivo, los autores y la muerte de Ana Zerdán.
Es por esto que me siento ajeno a mi propio destino jurídico, percibo como sí aquí se estuviese jugando algo mucho más importante que la muerte de Ana, que la vida de mi padre, o la mía. Algunos formadores de opinión que cobran por ello en vez de, sencillamente brindar información, creen que son una suerte de Sherlock Holmes patagónicos. Disculpen que ahonde en lo mismo, pero si había tantas pruebas inapelables en nuestra contra,¿por qué los medios de mayor alcance se empecinan en perseguir una situación que nada tiene que ver con el asesinato de Ana?
Quienes informan no son ningunos tontos, y a mí me consta que muchos de los que están encargados de cubrir nuestro caso escriben o dicen una cosa, pero creen otra. Claro que tanto ellos como usted o yo, tenemos que comer, pagar la luz y comprarles lapiceras y cuadernos a nuestros hijos.
Que quede claro lector, yo no digo ésto para que usted me considere inocente o culpable, yo hago estos planteos con el fin de abrir el diálogo. Es mi creencia que detrás de la muerte de Ana se ocultaron, y se ocultarán, muchas muertes más. Yo podré irme a mi casa o pudrirme en la cárcel, pero todas esas circunstancias que no se investigaron alrededor de la muerte de Ana, nos dicen algo. Los sufrientes habitantes de Añelo, que más temprano que tarde seguirán muriéndose, también.
Y ya no hay que acercarse hasta el pueblo de Añelo para saber de que va eso de la contaminación. Váyase hasta el Dique Ballester, a unos kilómetros de la ciudad de Cinco Saltos, tómese un trago de agua y después me cuenta.
O sino, pregunte porque una reconocida empresa de la ciudad de Cinco Saltos no pudo este año exportar su cosecha de manzanas (creo que también de peras) a Europa.
Se los digo ahora, porque más allá del destino que tome mi vida luego de este jucio, tanto la muerte de Ana Zerdán, como la contaminación de las aguas por metales pesados, seguirán impunes.

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