sábado, 16 de febrero de 2008

Una Crónica de prepo

Para mí ésta crónica son más que palabras sueltas. Son más.
Son la somatización de un dolor audible, de un daño certero.

La mejor respuesta, como siempre me han dicho mis padres, es la verdad. No puedo defender las contradicciones de mi amiga, Nancy Salinas, quien un día y por mucho tiempo fue mi mujer amada, pues negar éstos entredichos sería querer venderles humo. No puedo hacer eso. Si puedo decirles lo que fue, lo que ocurrió, y eso es algo que defenderé con la misma verdad. Ni yo, ni mi padre, matamos a Ana Zerdán. Como así tampoco Nancy quiso vender pescado podrido. Pero ella, como muchos seres humanos alejados de estas peripecias jurídicas, se acobardó y sus nervios la consumieron, como cuando ustedes o yo, alguna vez, estuvimos ante una situación extrema: enfermedades graves, accidentes, una muerte de un ser querido como la misma Ana, en fin, ese tipo de dolores irreparables.

Lo que sigue no es una excusa, pero es algo que debe ser dicho, algo que cualquier mujer entenderá. Si yo que soy hombre, y como tal mucho menos sensible que el género femenino puedo sentirlo, imagino que aquellas damas que me lean, entenderán. Ojo, no es este tampoco un pedido de aprobación para con los entredichos de la señorita Salinas.

En la sala de audiencias se encontraba presente su actual pareja y su señora suegra. Con ellos presentes, el querellante Oscar P. inquirió en la vida privada, en las intimidades y las decisiones adoptadas por Nancy en cuanto a sus actos sexuales sucedidos 9 años atrás. Entiendo que el tribunal haya hecho lugar a tales interrogantes, que aunque no vienen al caso, fueron hechos a fines de encontrar la verdad sobre la desaparición física y con métodos violentos de Ana Zerdán.
Pero de la misma manera, también puedo comprender a Nancy Salinas en su alto grado de nerviosismo, pues la adolescente que yo conocí y con la cual compartí mi vida 10 años atrás es de esa clase de seres humanos que no pueden expresarse tan fácilmente con la palabra. Por supuesto no hablo de limitaciones intelectuales, sino más bien de una cuestión de fluidez oratoria. Es fácil, como en mi caso, salir al mundo y transitar el camino conociendo mujeres y hombres que tienen una palabra para dar o mil imágenes mentales que describir acerca de la vida y otras geografías lejanas, y además gozar del apoyo afectivo y económico de mis padres.
Pero no es sencillo cuando uno (Nancy, es éste caso), se queda a vivir en el lugar donde un hecho pavoroso como el asesinato de Ana ha sucedido, ya que por siempre quedara como “la novia del presunto asesino de la doctora Zerdán”.

Recuerdo un hecho que le ocurrió hace ya unos 4 o 5 años, en el que un chico se le acercó en una confitería y empezó a dialogar con ella. La charla era interesante y el muchacho en cuestión también, así me lo comentó ella. A los pocos minutos un amigo del muchacho se acerca a éste y le dice al oído algo que sonó más fuerte que un susurro, y que Nancy alcanzó a oír: “che, ésta es la novia del que mató a la bioquímica”, luego el joven galán esbozó alguna excusa e hizo mutis por el foro. No es simple recibir éstos gratuitos cachetazos, y el que les relaté no fue el único. Tampoco fueron fáciles las “apretadas” que recibió de los pseudo investigadores de la causa para que cambiara su declaración y me perjudicara.

Ese no fue el único y desagradable suceso que vivió por sencillamente, ser la ex novia de Juan Manuel Aguirre Taboada.
Nancy, como mi padre, nunca se fue de Cipolletti, y con el tiempo, y como pudo, reconstruyó su vida al lado de Pablo, su actual pareja, al que una vez me lo describió como “un hombre maravilloso”, y que hoy, 16 de febrero, en el peor momento de la vida de mi ex novia, sigue a su lado.

A su familia nunca le sobró nada, aunque siempre vivieron dignamente. Sus padres siempre han sido muy trabajadores. Cuando conocí a Nancy, de 17 años entonces, ella ya tenía un empleo, y así lo siguió haciendo hasta hace tres días. Con su esfuerzo pagó su carrera realizada en universidad privada, la cual finalizó meses atrás, obteniendo el título de Técnico Radiólogo.
Desde que nos separamos Nancy jamás aceptó ayuda económica ni mía, ni de mi padre. Fue con su esfuerzo propio, y con ayuda de su propia familia tal vez, y fue pura voluntad y tesón.
Todo esto, no son palabras para convencer a nadie, pero es cierto que los medios no conocen los pormenores de su vida, ni tienen espacio o interés en publicarlo, al fin y al cabo, deben remitirse a los hechos de éste juicio. Es claro y se entiende.

Los medios sólo han reflejado 2 horas de su vida, 120 minutos que para ella se han transformado en una tragedia. Una mancha que ya no se irá.

Nancy nunca había sido detenida, y puede decirles lo que se siente la primera vez que uno pasa por tal cosa: Frustración, incertidumbre, pánico al no saber en que lugar uno apoyará su cabeza esa noche, para seguramente no dormir. Así sean 48 horas o 2 años, como en mi caso, la primera noche es espantosa, porque uno carece de seguridades. Algo así como…caminar sin pies. No sabemos que será de nosotros, aún carecemos de las palabras de nuestro abogado, que de todas maneras es un desconocido que empieza hablarnos de códigos penales, honorarios y problemas. Desconocemos cuando veremos a nuestras familias, y cuanto dolor sienten nuestros cercanos. En todo el tiempo que dura la falta de libertad, somos como piedra frente al mar, una erosión constante. En la que todo, lo físico y lo espiritual, sufre.

Nancy tiene un amor, un trabajo, una familia, todos sus adorados sobrinos. Como casi toda mujer, quiere tener hijos, y creo que es su máxima aspiración, uno de los actos fundamentales para los cuales vivimos: procrear. Es una mujer sencilla que se desquilibró en un momento extremo, pero que no mintió. El hombre que hace 8 años tergiversa éste caso tiene, aproximadamente, 50 años de experiencia como abogado, ¿quién cree usted que pudo manipular esas dos horas de testimonio?

Yo creí necesario éste pequeño recuento de quien conozco y lleva por nombre, Nancy Salinas.
Nancy, te quiero, te respeto, y espero ansiosamente por tu libertad.

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